Sobre “Danza turbulenta: Hegel y Deleuze” de Julian Ferreyra

Por Leonardo Fabián Sai

Quizás el deseo de todo marxista sea, en definitiva, escribir el último tomo de Das Kapital, exponer la última figura del capital, actualizar ese inmenso y extraordinario libro-acontecimiento. Esta tentativa de realizar el deseo del discurso marxiano, diciendo la última palabra que el maestro no pudo pronunciar, la que no pudo escribir, este presente que acaso vislumbró solo con los ojos de la razón, mantiene viva la teoría, la renueva, la vivifica, con la vitalidad de un sinnúmero de teóricos e investigadores. Algo similar sucede con todo filósofo: darle la palabra, de nuevo, a Hegel. A esos bellos, inmensos y penetrantes ojos azules que tuvieron el señorío de la palabra filosófica durante un tiempo (fundamentalmente: el suyo) y que solo pudieron ser derribados por la fuerza, imparable, de la mediocridad. Porque no fueron las críticas de Marx, ni las de Adorno, ni las de Heidegger las que lo hirieron de muerte sino los muñecos de trapo que se hicieron con su rostro: el arduo, indeclinable, y persistente trabajo de la mala lectura: la más productiva de las lecturas. El muñeco de trapo — el falso idealismo con el cual se interpretó a Hegel — contiene algo de verdad, pero no dice su última palabra. Hegel is back.

Este extraordinario trabajo de Julián, que he disfrutado como canción de Black Sabbath, no busca decir esta última palabra, pero sí dibujar su contorno: el contorno a través del cual podamos retornar a Hegel sin refugiarnos en otro siglo: un retorno que alimente nuestro pensamiento contra la época, contra nuestro tiempo, en todo caso, un refugio intempestivo. En la dirección a este rodeo, Ferreyra hace que bailen dos pensadores que, superficialmente, pareciera que nada tienen que ver uno con el otro. Desde luego, si uno contrapone a Deleuze (vuelto muñeco de trapo por Rubén Dri, por ejemplo) con Hegel (vuelto muñeco de trapo por un Tomás Abraham) el resultado no es una danza (en la danza debe haber algo en común) sino una furiosa discusión bostera.

Ferreyra va a relacionar diferencialmente la multiplicidad hegeliana con el pliegue deleuziano, o las formas del socius (la Idea social se diferencia perpetuamente, sin retorno sobre sí, una idea muy cercana al sistema de Luhmann y por eso nosotros hemos establecido cierta correspondencia entre la esquizofrenia en Deleuze y la diferenciación sistémica en el gran sociólogo alemán) con el Estado (el retorno de la esencia garantizada por el concepto y su realización política en el Estado como Idea única) en la filosofía de Hegel; va a religar la lógica del concepto con la lógica del sentido; va a comprender que para descubrir lo que hay de vivo en la filosofía de Deleuze: hay que poner los textos en tensión. Preguntando así: ¿cómo el infinito sale de sí mismo y llega a la finitud, en Hegel, no equivale acaso a la pregunta deleuziana por la diferencia en tanto surgimiento del mundo? ¿Qué relación hay entre el Cuerpo sin Órganos y la Idea absoluta? ¿Qué relación hay entre lo inorgánico en Hegel y lo desterritorializado en Deleuze?

Este libro hace eso, con Hegel/Deleuze, todo el tiempo. Es fascinante, es alimento para la inteligencia conceptual, la creatividad teórica, el diálogo con la tradición. ¿Qué hace?

Muestra la historicidad del pensamiento, la carga histórica de los problemas con los que nos encontramos cuando queremos pensar, un peso que nos descubre una biblioteca, otros humanos ya se toparon con los mismos problemas y el desafió que tenemos no es el de ser originales sino el de exponer la actualidad del pensar, allí donde germina también la diferencia y la época como espíritu, la posibilidad de seguir haciendo filosofía.

El resultado de este trabajo es una exquisitez de detalles conceptuales articulados de forma ensayística, obsesiva, precisa y con una enorme voluntad pedagógica: el trabajo se deja leer. No se trata de una exégesis interminable y psicótica, sino de interpretar a la Idea hegeliana como círculo de la identidad en tanto símbolo de la filosofía de la diferencia: el meollo del libro es ligar la Idea dionisiaca, deleuziana, con la Idea del idealismo absoluto bajo la potencia problemática del concepto.

Es que, como muy bien ha demostrado Julián, más allá de los muñecos de trapo que han tomado el nombre de Hegel y Deleuze, estamos ante dos pensadores para los cuales el sentido del mundo consiste, ni más ni menos, en el cruce de la determinación y lo indeterminado en la determinabilidad del pensamiento. ¡Goce teórico!

Y, en ese cruce, Ferreyra los hace bailar……

¡Y lo bien que se mueven en esta fiesta del concepto!

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 28 de noviembre de 2022

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