Ceremonias de teatro: sobre «Encuentro de poetas» de Alejandro Spangaro y Ana Yovino

Entre textos, poesía y locura: la obra teatral que vuelve a reunir a Vicente Zito Lema y Jacobo Fijman en el cuerpo de Spangaro

Las contradicciones de la enajenación contienen en sí mismas una sabiduría trágica acerca del empequeñecimiento del humano ante sus creaciones: lo que acecha en nuestra urbes tecnológicas no es la subversiva locura de revolucionarios y artistas sino la patética indiferencia de los autopercibidos normales. Acecho, espionaje, atentado del sin sentido más peligroso: el sin sentido de los imbéciles. Los que se demoran —quejosos— en apagar el celular. Los que condenan por redes sociales el “discurso de odio”, desconociéndose, abrazando la ternura de los cobardes; nuestra moral, ese estado natural de la demencia colectiva. Aquellos que padecen una discapacidad aún no diagnosticada, del todo más severa que todas las estigmatizadas: quienes han sustituido la pregunta por la identidad, envolviéndose en (pseudo) teorías conspirativas, que suprimen la inteligencia, pero aseguran una coherencia delirante que simplifica un mundo gris. La poesía es una máquina terrorista contra toda esta tristeza sin sentido: un acto de sinceridad, dice Fijman. Es la pregunta de Zito —la que el dramaturgo Alejandro Spangaro nos lanza desde el escenario de esta obra, llamada “Encuentro de poetas”, basada en yuxtapuestos textos de Vicente Zito Lema y Jacobo Fijman— que nos punza con maldita humanidad: ¿Qué hiciste con el amor mientras el otro sufría?

Teatro, maquinaria criminal contra la penuria de preguntas, aún funciona en Buenos Aires. Digo específicamente: Sala Mil80, villa crespo. Y apunto: domingos de octubre y noviembre a las siete de la tarde. También afirmo que esa máquina se activa en lo que podemos definir como “catacumbas culturales”. Ellas promueven un ritual laico, ceremonia de las máscaras, sentimiento de frescura proveniente de unas pulsiones de vida; maquinaria sublime, sustrayéndonos de la cotidianeidad de la persona, nos eleva por un tiempo, a ese otro tiempo, el del espíritu y su indeclinable voluntad de belleza.

A riesgo de extenderme con ensayismo rápido, conviene leer la sinopsis. Se trata de una obra cuya dramaturgia contiene los nombres de Alejandro Spangaro y Ana Yovino. Pone en el centro de la sala al objeto que mejor representa a la poesía, a la sensibilidad y al concepto, en una sociedad tecnológica: una caja de cartón desechada en la basura. Desde su interior, saliendo y entrando del cuadrado, Spangaro va a ir desplegando, poema tras poema, el relato de un encuentro entre artistas. Desde la entrevista famosa de Zito Lema a Fijman —conservada por la memoria de Internet y analizada en tesis universitarias— pasando por una selección precisa de poemas que se funden a la narrativa que los hila en la performance del actor. Así, mediante una profesional economía de recursos escenográficos, la obra rotula lo sagrado: el sufrimiento de lo considerado marginal, anormal, esquizo, pobre, en tanto verdad poética que rompe la indiferencia del mundo abriéndonos al sentido. ¿Cómo?

Interrogando al dolor. Preguntando por la responsabilidad. Buscando asir aquello que ilumina el sufrimiento en la oración, acaso para repetirlo en una invocación, porque en su respuesta, definitivamente, no se trata sino de recuperar un mundo, nuestro mundo, para transformarlo. Locura de Fijman bajo una Idea neobarrosa, como quería Perlongher,que nos inspira, bajo las multiplicidades de sus máscaras, al éxtasis místico de la poesía, al sentido, a la palabra incompleta, la que germina antes de la mañana, antes de la escritura, la que persiste cerca del soplo, la palabra perdida, echada de menos, la palabra-poética, esa que es mirada o silencio, y amante, inseparable, de la verdad.

Buenos Aires, 10 de octubre de 2022

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