Algunas reflexiones

por Enrique Meler

Yo no soy ni seré una mascota del poder, dijo la vicepresidenta en el día de ayer, cuando la sociedad recibió el mandoble de una sentencia que no por previsible, menos dramática e injusta. Esto de la mascota quiere decir que otros representantes peronistas si lo son, por ejemplo, quien se encuentra al frente del poder ejecutivo nacional. El ejecutivo dentro de esta visión coadyuva al estado mafioso y paralelo.

Pero se despliegan ante la vista otras posibilidades más inquietantes. El poder ha establecido su control no únicamente sobre el poder judicial como se piensa, aunque allí se exprese en su mayor obscenidad, sino en los otros dos, a excepción del Honorable Senado de la Nación. Sin hablar de la banca, los medios con la ley pertinente ya paralizada, la deuda externa oportunamente contraída y los propietarios de la tierra. Como se ve, la tenaza que se cierne sobre los intereses del pueblo es más vasta y poderosa de lo que la propaganda populista pretende aceptar.

Estas afirmaciones sobre un estado paralelo y mafioso parecen poner en entredicho el pacto democrático del año 1983. Sin embargo existieron dos pactos democráticos que conviene examinar. Uno ha sido el pacto Perón-Balbín, aquel pacto ya remoto, incluyó toda la animadversión y la enemistad manifiesta entre ambos líderes, Perón metió preso a Balbín y Balbín participó en  conspiraciones para el asesinato de Perón. A mi juicio aquel primer pacto expresaba una unión perdurable que respetaba el antagonismo propio de la experiencia histórica. El otro pacto es el de 1983. En esa elección el Dr. Alfonsín decía, además de recitar el preámbulo que no podía ganar sin el voto peronista, e instaba a creer en la conformación de un tercer movimiento histórico.

Fue acompañado por el pueblo peronista. El Dr. Luder  coautor de la constitución peronista del año 1949, ostentaba grandes pergaminos, pero a los ojos de la clase trabajadora, representaba además, una propuesta sectaria, y aristocrática  avalada por los sectores más reaccionarios de la Iglesia Argentina. Una sociedad que excluía el deseable protagonismo de la clase trabajadora y que debía ser dejada atrás.

El proyecto del tercer movimiento histórico que seguramente los jóvenes de la Coordinadora recuerdan tanto y tan bien, padeció una interrupción apocalíptica. Pero más allá de ese final, hay que recordar que en el inicio se presentó como un gran avance sobre los intereses y derechos de los trabajadores en representación de la Argentina propietaria mostrada en aquella oportunidad como una sociedad: “decente”.

El Dr. Alfonsín le proponía al pueblo que abandonara, que de alguna manera diera por superado su ideario peronista, para participar de esa nueva unión donde toda oscuridad autoritaria burocrática y totalitaria quedaría definitivamente excluida. Aquella invitación también valía para la izquierda liberal en todas sus variantes, desde el trosko sindicalismo minoritario hasta la izquierda protagonizada por intelectuales que ejercían y ejercen su simpatía intelectual a través de cátedras universitarias, o de distintas profesiones liberales y que hoy en día luchan contra el natural desgaste que produjo la glasnost y la posterior caída del muro de Berlín, travestidos de progresismo. Esa fue la propuesta de unidad popular que ofreció el alfonsinismo. Ha sido notable la naturalidad con que comunistas de carnet como mi padre que vociferaba en las reuniones familiares en contra de su hijo, específicamente: un servidor, por seguir la doctrina de “ese discípulo de Hitler y Mussolini” pasaron al alfonsinismo. Eso debió advertirnos de que fueron aglutinados por un sentimiento antipopular que respondía a intereses de clase, aquello que el penetrante humorista: “Landrú”, llamó: “gente como uno”, sin embargo, no lo advertimos. El demonio ciega a quien quiere perder. Aquella invitación de amplio espectro, aunque no tan diverso como pudiera pensarse; se escondía bajo la frase sencilla de: “no puedo ganar sin el voto peronista”. La rémora que arrastraba el peronismo en 1983 era su espurio origen golpista cívico militar, que embarraba la pureza de su origen democrático. La imputación de fascismo, tenía relación con aquel origen golpista y militar, que la conducción política no tuviera una naturaleza plenamente civil. Yo creo que la propuesta de unidad alfonsinista fue mucho más barata y fantasiosa que el pacto entre Perón y Balbín, el cual fue un pacto histórico. Es un gran momento para establecer claramente esta diferencia. Cuando Perón exige como condición para la desmovilización popular del 17 de Octubre que se llame a elecciones, el destino de la Argentina moderna quedó plenamente determinado y establecido. Reconozcamos que el peronismo nunca se apartó de aquel mandato fundacional.

La fidelidad del radicalismo para con la democracia pura que tanto pregona por otra parte, me parece mucho más discutible. Hay varios gestos que avalan esta sospecha. El principal fue aceptar la exclusión política de la fuerza mayoritaria, pero no ha sido el único. La idea de la sociedad “decente”  ha servido para encubrir una complicidad profunda con los intereses más reaccionarios, cuya expresión obscena ha sido encontrarnos una y otra vez, con ministros de ese origen dentro de todas las dictaduras que hoy pretenden olvidar.

La lealtad irrenunciable del radicalismo no ha sido con los intereses nacionales como afirman, sino con contubernios y oscuros intereses de clase.

Demos un paso más y preguntémonos ¿cuál era la posición personal del Dr. Alfonsín en la última etapa, en el ocaso de su vida, ya de cara a la eternidad? 

Rechazo absoluto, desprecio del oportunismo kirchnerista para reemplazar al candidato natural que era el Dr. Duhalde y utilizar un poder minoritario para corruptelas y prebendas personales. Audacia y oportunismo. A gatas  soportó el mimo que le hizo Cristina en la cara en tiempo de su homenaje casi póstumo antes de pronunciar un discurso hipercrítico que pretendía restaurar la unión partidocrática, una suerte de pacto de Olivos entonces ya corregido y amañado a favor del radicalismo.

Una fe ciega en la fuerza de las ideas. Resiliencia gallega frente al país nuevo post menemista, que no terminó de aceptar jamás. Se les puede consultar a los muchachos de la Coordinadora como Coty Nosiglia,  Jesús Rodriguez y Marcelo Stubrin sobre la verdad de estas presunciones. Se le puede consultar a aquellos que hoy integran el FDT como el Dr. Moreau, ex dirigente radical de la provincia de Buenos Aires.

Existe otra posición peronista no tan maximalista como la nuestra, que dice que inicialmente el proyecto del Dr. Alfonsín tuvo por objetivo defender el interés nacional a la salida de la dictadura. El camino elegido era por supuesto restaurar el orden democrático, descripto como la restauración del tejido jurídico de la nación. Olvidaron que ese tejido jurídico había sido diseñado para la represión de proyectos anarco sindicales que ponían en tela de juicio la sacralidad de la propiedad privada especialmente la propiedad de la tierra y de sus productos. Esta posición inicial es testimoniada por la presencia del Dr. Grispun –militante de la doctrina Prebisch- en el ministerio de economía y claudica con el advenimiento de Juan Vital Sourrouile, recientemente fallecido, que es visto como el fracaso de la posición inicial. No voy a discutir esto, ya lo hice en otra parte.

La cuestión de la renuncia

El gobierno que lidera Alberto Fernandez se encuentra teñido de la convicción de unidad tal como fue planteada en su momento por el Dr. Alfonsín y es evidente que encierra la semilla de toda su rebelión contra los señalamientos del mandato de Cristina. Cuanto hubo de anuencia y cuanto de traición es algo que quedará: in pectore de los protagonistas y jamás se sabrá a ciencia cierta. Pero la semilla de una unidad que pretenda como condición, que el ideario peronista  quede superado, lleva la carga del fracaso y de la destrucción. En nuestra interpretación expresa no la esperanza de una sociedad nueva, como quizás ocurrió en 1983, sino la complicidad, la traición y esperemos que no, la tragedia.

Merecen párrafo aparte las declaraciones de la Dra. Miriam Bregman acerca de que el problema del poder judicial se resuelve con la formación de tribunales populares. Cabe preguntarse: ¿quiénes serán los protagonistas de esos tribunales? ¿Obreros, estudiantes, abogados representantes de profesiones liberales? La otra parte de la reflexión tiene que ver con la representación absoluta y mesiánica de estos tribunales que tienen el poder de llevar a cabo sus sentencias con carácter sumarísimo.

Digamos entonces que este diagnóstico apresurado de la Dra. Bregman alberga algunas dificultades. Desde nuestro punto de vista la evidente hipocresía y falta de respeto para con los sentimientos de luto y derrota de nuestro pueblo, quién parece ser el único actor genuino de esta tragedia, se debe a la voluntad política de ocultar relaciones objetivas de clase. En síntesis, la izquierda también piensa una unidad popular al estilo alfonsinista donde las mayorías abandonen y den por superadas las ideas que forjaron su organización. No puedo imaginar nada más reaccionario y despreciativo que eso en dirigentes que se pretenden populares y representan a un país abstracto que solamente vive en sus fantasías o en sus pesadillas.

Finale

En los 70 ya padecimos esta confusión flagrante entre conducción y dominación. Una libertad tautológica que únicamente se aplica a los libertos. Nos pareció que podíamos participar de un proceso cuyo sueño y metáfora fundacional fue: Luche y vuelve. Para después auto declararnos herederos de Perón, en vida del líder y en contra de su opinión. Hoy sufrimos tal vez, nuevamente el mismo espejismo. Rebelión y rebeldía, una confusión que suele pagarse con sangre.. Incapaces de enfrentar nuestra condición histórica, nos rebelamos en nombre de la moral universal, la ciencia estricta o la nación abstracta. Tal vez los tribunales populares de la Dra. Bregman debieran juzgarnos también  a nosotros. 

También hay que comentar el furibundo ataque que sufrió el ministro Guzmán de parte del ala kirchnerista de la coalición, el unísono de los ataques sumado a la frase paródica de que ni el presidente, ni la vice estuvieron conscientes de las consecuencias políticas y económicas del acuerdo firmado con el FMI, motivó el derrumbe del plan Guzmán, por quedar sin el imprescindible apoyo político. Tenemos que aceptar que el ministro ignoró la etiqueta básica de la conducta política –se trata de un contratado y no de un representante- y produjo una crisis institucional de grandes proporciones. Ningún orgullo herido puede justificar inferir semejante sufrimiento al pueblo pobre de nuestro país y es más que probable que semejante equivocación lo haya convertido en un cadáver político. Todo un desperdicio. 

Como otros líderes nacionales, transcurrido su periodo Cristina el día de ayer propuso su final y tuvo un razonable estallido de ira. Liderar un movimiento popular no incluye la renuncia -le advirtieron- como el papado, se trata de una función sacrificial destinada a asegurar el paso entre el viejo y el nuevo mundo. Todos sabemos que la ira nos victimiza y pasado el estallido y su exabrupto, sería positivo salir de ese lugar tan deficitario. Sin embargo tal vez debamos aprender algo importante del exabrupto. En esta oportunidad salir del lugar de víctima no debiera  hacerse por efecto de sus fuerzas personales, sino por obra de las nuestras.

                                                                                                                     Buenos Aires

                                                                                                                      9/12/2022     

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