Quebrar la palabra

por Nadia Szumejko

“Ya llegan las postales del bien y el mal,

ya llegan las noticias cruzando el mar.

¿No ves que el mundo gira al revés?”

Ojos de videotape

Charly García

Pensar en el término manada me genera escalofríos, siento que trae una connotación negativa que me arrastra hacia el imaginario de las muchas aristas de la violencia: física, sexual, concreta, pero también psicológica y simbólica. Es la violencia que protagoniza el cuento que sabemos de memoria, que trata de la dominación de unos sobre otros, la lucha por el monopolio del poder y la violencia como motor de la historia.

En esta ocasión Manada es una obra de danza que se estrenó este abril en el teatro Del Perro, en una esquina muy cerquita de la estación de tren Dorrego en Villa Crespo.

Julieta Rodriguez Grumberg dirige esta obra encarnada en un elenco masculino: Matias Goldín, Nicolás Baroni, Michel Capeletti, Lucas Coria y Paulo Salvador Jiménez Verón.

Entré a una sala oscura con cuatro parrillas de luces cálidas distribuidas en cada córner iluminando a los cinco cuerpos en escena que vestían tonos fríos de una primitiva tundra hostil. La puesta en escena va al hueso de lo que podría haber sido el principio mítico de la vida, me vi envuelta en la humedad sonora de organismos que conviven y se desarrollan en comunidad en un espacio donde solo hay suelo, luz y tierra. Los intérpretes logran el hilo conductor desde la kinética y el tono muscular, los vi moviéndose en célula, los vi también modificando el código formando dúos, tríos, cuartetos. Todos ellos tuvieron su momento de prominencia.  Durante toda la obra sentí una tensión de energía avasallante como combustible que circulaba por los distintos estadíos donde la manada se sirve de gestos, sonidos y movimientos que construyen fugaces códigos de comunicación y sistematizan el ejercicio de liderazgo esporádico. Se planteaban formas de hacer y regir un accionar colectivo que muta hacia una alternancia de poderes, un intento por llegar a acuerdos y pactos que generen una organización para convivir, o sobrevivir.

Hace tiempo que el campo semántico que me evoca la palabra manada me angustia, me da miedo. Esa noche pude ver un potente mensaje en la obra, y es que su nombre denuncia la malversación de la palabra manada para hablar de las violencias perpetradas en sociedad en nombre de las disputas por el poder. Manada es un término que opera de atenuante cuando se quiere indicar que cierta violencia que es inaceptable es “salvaje”, es decir “inhumana”. Manada de Julieta Rodríguez Grumberg nos grita en la cara que no somos animales, somos humanos que coexistimos en una violenta involución.

El próximo domingo 24 de abril a las 20hs será la última función. No obstante, ya tienen confirmada su reposición los viernes de junio a las 21 hs en la sala PLANTA, en Parque Patricios.

VAYAN.

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