Eslabón perdido: sobre el homenaje a Pato Larralde en Groove (24/6/2023)

por Emiliano Scaricaciottoli

El flyer decía “Los Antiguos” y es un acto de justicia. Pato había elegido, previa convocatoria al Tano Conforti para este proyecto sin precedente alguno en el plano lírico/conceptual en el metal argentino, el camino de los titanes. En esa referencia al Necronomicón de Lovecraft -que más que referencia es advertencia- Pato eligió por los Antiguos, no por los dioses. El proyecto de diseñar una banda de metal argentina que pudiera sentirse identificada con la tradición del metal nacional y, al mismo tiempo, con un universo léxico, gramatical, ideológico (en más de una oportunidad, nos decía “El rock es mi ideología política”, pero eso queda para los archivistas y los narradores de anécdotas inocuas), visual, estético no-humano, porque, ahora, de repente, “no somos de acá”.

Los Antiguos fue y es-aún sin su líder, aún con este vestigio necesario para que el duelo sea completo- una banda provocativa para la escena post Almafuerte. En la época de la retromanía, de los millones de homenajes a la H, de los regresos “más esperados”, y, en consecuencia, de la caída de Ricardo Iorio en el limbo de la Patria del espíritu (que más que un proyecto musical es un lecho de muerte, un velorio de la Obra), Los Antiguos se posicionó como una banda dentro de un movimiento: ¿no es acaso una fracción/facción? No sé si abierta, explícita, pero la idea de Antiguos no fue muy aceptada dentro de la inflexión del metal de corte “nacional”. Eso a Pato siempre le molestó. Ya sea en charlas informales como en trabajos concretos entre el GIIHMA y su Obra (que es más grande e involucra a Saurón, otra historia, para otro momento) se declaraba dentro del espectro de la línea V8-Hermética-Almafuerte. Por suerte, su público pugnó por una heterogeneidad que arrastró a gran parte del circuito stoner; a otra gran parte que, generacionalmente, no se sentía para nada a gusto con el giro senil de Iorio (derechizante fue siempre, ahí no radica impugnación alguna) ni con propuestas más tibias, más políticamente correctas, como la de Against que, aún desde una parte del GIIHMA, hoy, nos permitimos criticar ese afán de vanguardia que la “Milicia” de la “Contra” manifiesta; y, claro, a quienes venimos del metal nacional, lo militamos y no nos tembló el pulso en ratificar que el camino, la orientación era con Pato y no con Ricardo. Pato, insisto, dejó en claro en aquella presentación de Oro para las naves en el Roxy (2019) que no iba a ir a fondo: ni contra Ricardo, ni contra el macrismo. Le pedían-vaya a saber quién de su entorno íntimo- “bajar un cambio” con el consignismo anti derechizante de la sociedad argentina, expresado en sus aspectos culturales, políticos, económicos, etc. La grandeza de Pato fue aceptar la crítica y el disenso. Bancarse “Pa’ el monstruo” -el homenaje a Iorio, ausente, justamente en el homenaje a Pato- y tranquilizar a la muchachada que se había quedado con esa botella de vino en alto flameando el pañuelo verde de las “aborteras” que una buena parte del metal nacional repudiaba (hasta hoy). Pato merecía, en suma, este homenaje de parte de cuatro músicos del carajo -Mow, el Tano, David y el Huija- que en la cresta de la ola (nostalgia aquella de la separación de Hermética para quienes recordamos ese momento, que era EL momento) se quedaron sin su amigo, sin el “viejo” chamán, sin la voz. Quedarse sin voz: eso es lo que no le pasó a Knario, Cristian Rodríguez, Wata, Temo Romero, Maciel y la sorpresa del final, Larry Zavala, cerrando la noche de cantantes invitados e interpretando “El inventor del mal” y “La culpa al viento”. Conforti lo aseveraba en el micrófono: un exponente del metal nacional estaba presente haciendo carne de su carne, no haciéndose el boludo y bancando la parada de Pato. El gesto puede ser emotivo y crudo pero también, en frío, necesario para afirmar una de las tesis que sostuve en los albores de la salida del tercer libro del GIIHMA-Impenitentes. Por nuevas orientaciones en el metal argentino: era el camino de Pato la orientación.

Era esa la línea que podía despejar la era de las nostalgias, de los homenajes (sic) y de los tributos. Larralde habilitó un nuevo identikit metalero, cual Frankenstein, hecho a su medida… «Hecho a mi medida” fue el último tema de este homenaje y la banda decidió que lo cantara la gente. Ya no había “invitados” o “colaboraciones”, se llenó la voz de aquello que no murió, evidentemente, en el plano de la memoria y en el plano de la tendencia.

Yo me quedo con la tendencia, lo que representó la idea de Antiguos allá por el 2012, el lugar que sigue ocupando once años después.

¿Una superación del metal de inflexión nacional?

Sin duda.

Un nuevo estadio en la manera de entender la subjetividad metalera protegiendo las consignas más desreguladoras y combativas de la experiencia nacional y anexando el universo esotérico necesario para ir, siempre, contra la cultura. Es el giro malestarista lo que se va a extrañar de Pato. Para la corrección política y la consciencia progre de corte “izquierda nacional” … ya está la otra “Contra”.

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