Los animales monetarios

Por Gabriel Muro, co-editor de Espectros-Revista Cultural

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Los padres de la patria (más Evita, la única mujer o la mujer única) están siendo corridos de la escena monetaria, desplazados por figuras zoológicas. A primera vista, los animales estampados en los nuevos billetes de circulación legal provocan ternura y orgullo, como si esos animales, por el mero hecho de haber quedado atrapados dentro de las fronteras del Estado-nación argentino, participasen de las pasiones nacionales. Los próceres, patriarcas o patriotas se devalúan, pierden valor, mientras los animales autóctonos revalorizan su imagen.

Las monedas de oro, plata o cobre aparecieron con los primeros estados arcaicos, como tecnologías destinadas a la recaudación de impuestos. Para que haya acuñación de moneda debe haber, previamente, un régimen de acumulación de riquezas y un territorio dominado, dentro de cuyas fronteras circulan los metales, que a su vez se utilizan para importar mercancías de los reinos vecinos. Lógicamente, apenas aparecieron los sistemas monetarios apareció también su “contracara”: la moneda falsa. Los aparatos de estado arcaicos se vieron entonces en la necesidad de marcar las monedas con algún tipo de sello, para poder discernir la buena de la mala. Se asiste, desde entonces, a toda una iconologización de los metales, con el doble fin de evitar su falsificación y hacer resonar la efigie del soberano hasta el último rincón del imperio, desde el centro que la cabeza del déspota encarna, hasta la periferia de sus dominios.

Entre los períodos de la Grecia arcaica y el imperio macedonio se experimentó con toda clase de diseños numismáticos. Algunas monedas llevaban la efigie del dios patrono que protegía a la ciudad emisora. Otras llevaban impresiones de animales, como la lechuza de Atenas o los célebres caballos tiradores de carrozas de los macedonios. En otras ocasiones, llevaban estampadas frutas o cereales. Pero a medida que la cultura helénica se extendía, desde el Mediterráneo hasta la India, se fue haciendo cada vez más dominante la costumbre de imprimir, sobre el anverso de las monedas, retratos de perfil de los monarcas vivos, llevando su nombre debajo, y con los símbolos del Estado solo en su reverso. El anverso quedará exclusivamente reservado a la pétrea efigie del rey, costumbre solidificada con los denarios romanos. El déspota aparecía así como el centro dispensador de la gracia y la riqueza. El deseo de que el emperador tenga una larga vida coincidía con la durabilidad dúctil de las monedas de metal.

En 1954, un historiador húngaro llamado Lancelot Lengyel, muy ligado al movimiento surrealista, publicó un libro llamado “El arte gálico en las monedas”. En ese magistral trabajo, Lengyel redescubría y revalorizaba el arte monetario de los celtas galos antes de ser sometidos por Julio César. Es que, desde el siglo XVIII, los expertos en numismática habían considerado a las antiguas monedas galas como meras copias degradadas de las monedas greco-romanas, meras imitaciones bárbaras de la apolínea iconografía imperial. Lengyel, en cambio, supo mostrar que los galos se apropiaban de las técnicas numismáticas de griegos y romanos haciéndolas pasar a través de su propia imaginería. Los dibujos impresos sobre las monedas celtas eran extraños y extravagantes, al punto de abandonar todo antropomorfismo, toda representación de los petrificados perfiles despóticos, para estampar figuras abstractas o geométricas, como espirales o trisqueles, que expresaban el dinamismo siempre móvil de las fuerzas del cosmos, según se las representaban aquéllos pueblos.

André Breton, el jefe de los surrealistas, fascinado con los hallazgos de Lengyel, afirmó que los celtas galos, trastocando o transvalorizando la imaginería fiduciaria dominante, se resistían a la intolerable invasión cultural de los romanos. Para Breton, los galos eran precursores lejanos de los surrealistas. Habían cuestionado, a través del diseño anti-clásico de sus monedas, el antropocentrismo mediterráneo, la concepción logocéntrica según la cual el hombre ocupa el centro inmóvil del universo. Los diseños crematísticos de los galos aparecían entonces no como una mala imitación, no como una mala moneda, inferior a la moneda imperial, sino como evidencia de otra estructura mental, muy diferente a la mentalidad dominadora y racionalista greco-romana.

Monedas galas

Los nuevos diseños de los billetes argentinos, ¿dan cuenta también de la aparición de una nueva estructura mental, no antropocéntrica y animalista? La Casa de la Moneda ahora parece haberse vuelto una “casa de fieras”. Las efigies de nuestros patriotas o padres de la patria, que daban valor a la moneda por el coraje con que emprendieron las guerras nacionales, dejan de ocupar un lugar de privilegio, como si cayesen en la volteada de la impugnación del patriarcado. Algunos han querido ver en este gesto estético-monetario un gesto de deshistorización, un gesto de rechazo, por parte de los CEOs, de toda filiación histórica, de todo sentido patriótico, como si los animales no tuvieran historia o viviesen por fuera de la Historia, o como si el macrismo naturalizase el carácter histórico de toda creación de dinero. Lo cierto es que ya no se compra-vende mediante patriotas o padres inmortales, sino mediante bestias a las que es necesario respetar, cuidar y conservar.

Resulta asombrosa la seriedad apasionada con que los surrealistas recuperaron las monedas galas. Mostraron que el diseño de monedas podía llegar a ser poético o conmover por su expresividad plástica. Comprendieron que toda moneda es a la vez forma del valor y signo icónico, y que porta consigo una cierta carga libidinal. Hay un goce de la moneda del que evidentemente no participaron los que diseñaron el devaluado medio de pago “animal friendly” que ahora arrojan los cajeros automáticos. Estos diseños son por demás elementales, monótonos, sin gracia. La calidad de la impresión parece ser barata y de mala calidad (precisamente, de bajo valor). Ahí, en su mala hechura y no tanto en la caída de los rostros patriarcales, radica el problema. Ahí es donde se revela la falta de sentimiento en el diseño de estos billetes, y por ende, el hecho de que sean el puro producto de un cálculo de marketing que escamotea las historias de guerra que fundaron la patria (el macrismo es un relato beligerante que se relata a sí mismo como estando más allá de toda guerra de relatos). Por cierto, entre los nuevos billetes no aparece ninguno con la estampa de la vaca, nuestro animal más valioso o nuestra principal fuente histórica de riqueza. Exclusión por lo menos sospechosa. Además, antes de la introducción del oro, se intercambiaba a través de vacas, que fungían como equivalente general (etimológicamente, la palabra pecuniario proviene de la raíz latina “pecus”: rebaño o ganado).

Para concluir, una anécdota filosófica: Diógenes, el filósofo perro o cínico, aquel que le espetó a la efigie de Alejandro Magno que le tapaba el sol, era hijo de un banquero de Sinope, colonia griega en lo que hoy es Turquía. El padre de Diógenes fue acusado de acuñar monedas falsas. Cuando, en medio de una crisis personal desatada por las acusaciones contra su padre, Diógenes visitó el oráculo de Delfos, este le dijo que debía volver a su hogar y darle una nueva constitución a su tierra. Pero la palabra griega que utilizó el oráculo fue “parajáraxis”, la cual puede significar tanto falsificar monedas como cambiar las costumbres políticas (el “nomos”) de la ciudad. Diógenes volvió a su tierra y, a cargo de la casa de la moneda de Sinope, se ocupó, como su padre pero con el supuesto aval del oráculo, de falsificar monedas. Los ciudadanos de Sinope se enfurecieron y  lo desterraron. Diógenes, desprendiéndose de toda riqueza y de toda posesión, fue a parar a Atenas, donde se dedicó a espantar a los hipócritas ciudadanos atenienses, procurando, esta vez, cambiar las costumbres de la ciudad.

Referencias:

Raphaël Neuville, Los oros surrealistas de las monedas gálicas, Les cahiers de Framespa: http://journals.openedition.org/framespa/2827?lang=es

Steven Harris, The Gaulish and the feudal as lieux de mémoire in post-war French abstraction, Universidad de Alberta: http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0047244105051148?journalCode=jesa

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