La fábrica de los dioses; por Gabriel Muro

Sobre Hail, César, de los hermanos Coen.

Hail, César es una satírica recreación histórica del sistema de estudios del Hollywood de los años cincuenta, una puesta en abismo en donde los Coen hacen la crítica del Hollywood de mediados de siglo desde el Hollywood actual. George Clooney interpreta a una estrella de viejo estilo que representa el papel de un centurión romano conmovido por la figura de Cristo crucificado en el monte Gólgota. En medio del rodaje, la figura estelar es secuestrada por una agrupación llamada El Futuro, integrada por guionistas comunistas perseguidos por la censura macartista, y que piden un rescate al estudio para obtener fondos destinados a la URSS.

hail-caesar-movie-review
Con la precisión de una aceitada comedia de enredos, Hail, César muestra el funcionamiento también preciso y cronometrado de un mega-estudio de Hollywood. Vemos el mundo del cine industrial en su materialidad concreta, es decir como fábrica de imágenes y relatos. Una cadena de montaje en donde las películas deben ser escritas, rodadas y montadas en tiempo y forma. El manager del estudio, Eddie Mannix, eje central de Hail César, controla, minuciosamente, cada detalle de las múltiples películas que la empresa cinematográfica produce en simultáneo. En una escena, un grupo de teólogos cristianos son convocados a la sala de reuniones del estudio para discutir el guion de la película sobre Cristo. Los sacerdotes debaten sobre la naturaleza de la trinidad, un intrincado problema escolástico, para velar por su correcta transposición en la película que los ocupa. Sin embargo, entre los teólogos invitados a evaluar la pertinencia teológica del guion hay también un rabino, el cual insiste, una y otra vez, que Cristo no fue el mesías y que el debate en torno a la naturaleza de la trinidad es completamente absurdo. Finalmente, lo que menos parece importarle a los religiosos es la pertinencia del guion, sino con qué estrellas contará la película.
La cuestión de la representación en imágenes de la divinidad siempre ha ocupado un lugar central en las discusiones teológicas cristianas. El cristianismo primitivo abandonó algunas de las principales interdicciones judaicas para poder convertirse en iglesia universal y así llegar a “la mayor cantidad de gente posible”. El cristianismo abandona el rito de la circuncisión y de la comida Kosher, así como también la prohibición de representar en imágenes a la divinidad, violando el segundo mandamiento entregado a Moisés. Observando que los romanos, y en general, todos los pueblos paganos, sentían un gran apego por sus ídolos e imágenes, los primeros cristianos decidieron hacer uso de ellas para convertir a los gentiles. Esta es la enorme intuición de Pablo como primer propaganidsta de la Iglesia: la necesidad de deshacerse de la pesada carga judaica para construir un nuevo culto, más portátil y enormemente taquillero. Las imágenes de la divinidad servirán para transmitir el mensaje divino entre analfabetos e iletrados, aquéllos para quienes la palabra no puede llegar en forma directa y que en la antigüedad eran la enorme mayoría de la población.
En el Hollywood de los años cincuenta abundaron también las representaciones de la divinidad. Muchas películas fueron dedicadas a los relatos bíblicos, especialmente las mega-producciones de Cecil B. DeMille. Hollywood se medía así con las grandes producciones míticas de Occidente, dando lugar a un nuevo tipo de fábrica de ídolos, en donde los fetiches serían ya no tanto los dioses o los profetas, sino las propias estrellas de cine a través de su carisma icónico. Por eso, los productores de Hollywood siempre se han preocupado por cuidar de la imagen de sus estrellas, al menos mientras dure su contrato, conscientes del enorme interés del público por sus vidas dentro y fuera de la pantalla. La industria del chisme siempre acompañó, como una sombra, a la vida de los estudios, lo que se muestra en Hail, César a través de las chimenteras gemelas que visitan día a día a Mannix para obtener y corroborar sus primicias. Así, las estrellas de cine se convierten en ídolos o divinidades icónicas cuya fisionomía y estilo actoral valorizan a la empresa cinematográfica. Seres que serán adorados y consumidos en el culto de Hollywood-Babilonia o La Meca del Cine, como el actor sureño convertido en marioneta del estudio.
Del mismo modo que en La Ricotta, la sátira de Pasolini sobre el rodaje de una película acerca de la pasión de Cristo, en Hail, César, los extras pasan a un primer plano. Si La Ricotta se trataba de una comedia que también se burlaba de las hipócritas recreaciones cinematográficas de la vida de Cristo, poniendo el acento en el pobre extra hambriento que no recibía su parte del catering, en Hail, César los extras son los comunistas encargados de infiltrarse en el estudio y secuestrar a la estrella vestida de soldado romano, pero también los operarios y trabajadores que se conmueven frente al monólogo del personaje de Clooney ante Cristo. En ambos films, las imágenes sacras son desacralizadas por la propia imagen cinematográfica, mostrando aquello que suele quedar invisibilizado por el propio sistema del cine: su ser producto del trabajo humano en un determinado orden de relaciones de producción.
Pero los Coen no muestran solamente cómo se hace una película bíblica, sino también otros tantos films de género comercial, como un western, una película de danzas acuáticas, un melodrama y un musical con marineros solapadamente homosexuales. Cada una de estas micro-películas dentro de la película están admirablemente recreadas a la vez que parodiadas, en un ir y venir desde la diégesis hasta el detrás de escena, como si la propia Hail, César oscilará entre mimetizarse completamente con el estilo de una película de los cincuentas, a la vez que se distancia de ellas, radicalmente. La temática de la homosexualidad encubierta ocupa un lugar central, no solamente en el musical de los marineros, sino en la figura del director de cine que dirige un melodrama, y con muchísimas dificultades, al actor acróbata proveniente del Western. A su vez, se rumorea que el personaje de Clooney tuvo relaciones sexuales con ese mismo director para entrar a trabajar al estudio. En Hail, César hay una equivalencia entre la homosexualidad clandestina que circula por el estudio, celosamente silenciada por el dueño y los gerentes de la empresa, y el comunismo furtivo de los guionistas secuestradores.
En otra gran escena, los guionistas le explicarán al actor secuestrado el ABC del materialismo dialéctico. Reunidos en una mansión californiana con vista al mar, hace su entrada en escena ni más ni menos que Herbert Marcuse, célebre autor de La Sociedad Carnívora y líder aquí del grupo de comunistas, para explicarle al actor las leyes de la Historia y los misterios de la dialéctica, en un discurso análogo al de los teólogos contratados por el estudio para evaluar la pertinencia teológica del guion. Las leyes de la Historia, con mayúscula, parecen analogarse con las leyes de la historia, con minúscula, es decir de los relatos que la máquina hollywoodense produce y que los guionistas, en tanto expertos narradores a sueldo, deben dominar.
Los guionistas confesarán que, desde que son perseguidos por el comité de actividades anti-estadounidenses, depositan toda clase de mensajes comunistas cifrados entre las películas de los estudios. Hail, César reproduce irónicamente ese mismo gesto cuando la voz en off, que al principio parece provenir de la película bíblica, se convierte en la voz en off de Hail, César, describiendo incluso al cine hollywoodense como un nuevo opio de los pueblos cuya función principal sería adormecer a las masas. Es que Hail, César es una comedia frankfurtiana. Comparte aquel punto de vista crítico sobre las industrias culturales y su irremediable tendencia al kitsch. El pesimismo cultural de Adorno es prolongado, cómicamente, por el pesimismo existencial de los Coen, un pesimismo que es también un nihilismo y que hasta se ríe de aquéllos que se toman en serio al nihilismo, como sucedía con la ridícula banda de nihilistas alemanes en El Gran Lebowski. El pesimismo humorístico de los Coen es también judaico, pero se trata de un judaísmo secularizado y desengañado, sin mesianismo ni redención. Sus films contienen un alto grado de autoconciencia y reflexividad. Son juegos lógicos cuyas tramas suelen girar alrededor de secuestros fallidos, que expresan lo absolutamente insondable de la libertad humana y de la divinidad, como en su película A Serious Man, una desencantada parábola judía.
El cine de los Coen es un meta-cine que juega con los géneros clásicos y con los estereotipos de, como diría Marcuse, el hombre unidimensional estadounidense. Un cierto gesto iconoclasta atraviesa sus películas más satíricas. En Hail, César, la desacralización de Holywood se produce mostrando el carácter de artificio del arte cinematográfico, su ser cosa hecha, fabricada por un sistema de producción subordinado a realidades extra-estéticas. El Cine es el producto de un hacer y no de una revelación. Es una praxis, lo que se muestra cuando vemos las diversas tomas de la escena del melodrama que luego es editado por una montajista, frente a la moviola, en una sala oscura y viciada de humo.
Cuando en el final, el personaje de Clooney incorpora las ideas de los comunistas, tomando conciencia de su rol en el sistema cinematográfico en tanto mega-estrella explotada, entendiendo por fin que Hollywood forma parte de un sistema de explotación global, el manager de la empresa lo golpea, haciéndolo reaccionar. Mannix no solamente no se conmueve con la prédica marxista del actor, sino que, al escucharlo, refuerza el sentido de su propia misión política y existencial, es decir ser el eficiente director de un estudio de cine. Mannix comprende, gracias al enredo comunista, que él no es solamente el director de un circo insoportable, como parece creerlo en la mitad del relato, tentado por una oferta de trabajo en el rubro de la fabricación de armas, sino que, permaneciendo en Hollywood, ocupa un puesto de batalla fundamental en la lucha ideológica contra el comunismo.
En el cine de los Coen, todos los tiros parecen condenados a salir por la culata.

FUENTE

Deja un comentario